A excepción de médicos y futbolistas, el resto de profesionales que buscamos ganar dinero a cambio de nuestro tiempo no tardamos en darnos cuenta de lo poco que algunos potenciales clientes valoran nuestro trabajo. Me gustaría decir que es un hecho aislado o que se trata solo de una minoría, pero me temo que es un sentimiento totalmente generalizado. Si encima alimentamos esta actitud tomando decisiones que van en perjuicio de nuestro propio caché, será mejor que nos vayamos buscando otro trabajo.

La carrera por conseguir que los demás valoren lo que hacemos comienza por que seamos nosotros mismos los que les demos valor a nuestro trabajo. Es solo cuestión de practicar hasta que poco a poco va saliendo solo. Sin embargo, un paso en falso y echaremos por tierra todos los méritos conseguidos hasta entonces. Revisa esta lista de 5 cosas que no hay que hacer cuando vendes tu tiempo.

 

1- Trabajar gratis

Es muy común en el mundo del diseño que algunos clientes pidan un boceto (con más o menos detalles) antes de decidirse a aceptar nuestro presupuesto. Acceder a esta petición es un arma de doble filo y casi siempre es contraproducente.

  • puede que le dediquemos mucho tiempo al boceto y finalmente el cliente opte por otra oferta distinta a la nuestra
  • o puede que le dediquemos poco tiempo y el boceto resultante sea de baja calidad, lo que seguramente nos haga perder el cliente

Algo parecido puede ocurrir cuando nos pidan que desarrollemos en profundidad los conceptos, que aportemos soluciones determinadas o que presentemos una propuesta concreta. Todas ellas son acciones que solo pueden describirse tras un análisis previo (es decir, después de dedicarle mucho tiempo). Piensa que no solo estarías trabajando gratis, sino que estarías regalando tus ideas. ¿Qué hacer entonces? Negarse en rotundo, exponer las razones que justifican nuestra postura y dar la opción de presentar nuestro portfolio o algún caso de éxito similar. La mayoría de los clientes lo entenderán.

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=W46WzMtCToM[/youtube]

 

2- Hacer rebajas injustificadas

Una vez que hayamos calculado cuánto cuesta una hora de nuestro tiempo y durante la elaboración del presupuesto hayamos contabilizado las horas que vamos a tardar en llevar el proyecto a cabo, el precio resultante debería ser inamovible. Si entramos al trapo en una guerra de regateos y accedemos a reducir el precio final, estaremos enviando varios mensajes negativos a nuestro cliente:

  • «el presupuesto estaba sobrevalorado, lo que me permite reducir su precio sin perjuicio para mí»
  • «la reducción de precio conllevará una reducción de la calidad final«
  • «estoy desesperado, si me sigues apretando seguramente te haga otra rebaja»

Cualquier rebaja que hagamos en el presupuesto debe ser justificada y, además, hacérselo saber al cliente, por ejemplo, diciéndole que «si necesitas ajustar el presupuesto, podemos reducir las funcionalidades y ya las ampliaremos más adelante».

 

3- Dejar las condiciones de pago en manos del cliente

La gestión de cobros de cualquier empresa se ha convertido en los últimos años en un quebradero de cabeza. Lo que antes era costumbre casi exclusiva de las administraciones, el pago sine die, hoy lo han adoptado la mayoría de empresas. Ya no les importa deber o pagar tras meses de recibir llamadas casi diarias. ¡Hemos terminado de perder la poca vergüenza que nos quedaba!

Es por eso que debemos asegurarnos el cobro por adelantado de al menos la mitad del presupuesto. Cuando comenzamos a trabajar en un proyecto, estamos dedicando tiempo y esfuerzo desde el primer día, pagando las nóminas de los trabajadores asignados al mismo y dejando de atender a otros clientes. Eso hay que pagarlo. Además, la fecha de pago de la parte final del proyecto quedará totalmente a merced del cliente, así que qué menos que la de la parte inicial sea decisión nuestra.

Nos dirán que «nosotros solemos pagar al final» o «que las facturas se pagan a 60 días»… ¡Hay que ser tajantes con eso! Al más puro estilo Hollywood: «La mitad ahora y la otra mitad al terminar el trabajo«.

 

4- Realizar tareas que no son de nuestra competencia

Como se suele decir, «les das la mano y te cogen el brazo». Empiezas realizando pequeñas tareas que, aunque no te corresponden, te quitarán poco tiempo y al mismo tiempo le haces un favor al cliente y te encuentras con la sorpresa de que en lugar de agradecértelo el cliente te exige más y más.

Y no solo eso, sino que esas tareas que ni están siendo remuneradas y ni tan siquiera agradecidas pesarán más a la hora de valorar el éxito de nuestro trabajo que el propio proyecto en sí.

Como suele decir mi socio que es el que suele defender este tipo de abusos, «mejor una colorá que cien amarillas»: hay que dejarle claro al cliente que esa tarea no nos concierne. Dale una alternativa «si quieres yo te busco a alguien que lo haga» o «te puedo pasar precio de lo que costaría».

 

5- Hacer excepciones

La experiencia ha demostrado que siempre que hemos caído en alguno de estos 5 errores, el resultado ha sido imprevisible. Por eso incluimos este quinto error, para recordar que no hay que hacer excepciones.

No hay que temer perder el proyecto o que el cliente se vaya: cualquiera de estos signos son síntomas de un cliente tóxico, así que si no entiende nuestra postura y prefiere trabajar con otra empresa que haya dicho sí a sus exigencias, podemos estar 100% seguros de que nos habremos ahorrado más de una noche en vela.

 

Conclusión

Alguno pensará que adoptar estas medidas es relativamente sencillo cuando ya se tiene suficiente trabajo, pero en el caso de llevemos meses sin que nos aprueben un presupuesto habría que tragarse el orgullo y pasar por el aro.

¿Habéis escuchado esa teoría que dice que las personas con pareja resultan más atractivas y por lo tanto ligan más?

A mí no me pagan por darle a un botón, sino por saber a qué botón hay que darle ver vídeo

¿Tenéis alguna otra recomendación? ¿Creéis que son demasiado tajantes? ¡Dejad vuestro comentario!

Créditos de la imagenwww.toonpool.com