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Los que ya tenemos una edad y hemos conocido el mundo antes de los móviles y de la tarifa plana guardamos un recuerdo casi romántico del teléfono, cuando el tiempo se medía en pasos y para dormir la siesta bastaba con dejar el auricular descolgado. Salir de casa significaba estar ilocalizable y para ponerse al día solo hacía falta preguntar a nuestra madre al volver si nos había llamado alguien. Por desgracia (o por suerte) ahora el teléfono se ha convertido en el ‘cono’ de la Bernarda y se pasa el día vibrando y emitiendo soniditos. ¡Y encima quieres que me instale Telegram!

El teléfono ha perdido la importancia que merece. Nos pasamos el día recibiendo notificaciones y leyendo chorradas del tipo «Fulanito te ha invitado que hagas me gusta en su página» o «Menganito, Sutanito y 42 personas más han seguido a Fulanito» y cuando necesitamos el móvil para recibir esa llamada o ese mensaje… ¡nos quedamos sin batería!

Yo fui de los que se instaló Line en el ordenador, en el tablet, en el móvil… y después de unos meses el programa que iba a desbancar a Whatsapp solo me servía para que mi mujer me enviara de vez en cuando ositos haciendo gimnasia y conejitos rodeados de corazones.

Aprovechando que he cambiado de móvil me he quedado solo con lo necesario, sin aplicaciones de redes sociales (Twitter, Facebook, Google+…)  y conservando solo Whatsapp: por un lado, ayudo al teléfono a recuperar su trono perdido y por el otro ahorro batería para cuando realmente me haga falta.

Sí, ya sé que Whatsapp no es muy seguro ¿pero quién te crees que eres, Obama?

Y si finalmente Telegram se sube al trono de los programas de mensajería ¡desinstalaré Whatsapp e instalaré Telegram sin ningún tipo de vergüenza!

El teléfono es para un recado. (Frase de padre)